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Foto del escritorMarta Cuba

Calendario

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Un fragmento del fresco de la Catedral de Svetitskhoveli, que representa el zodiaco


Los calendarios ponen de manifiesto la estrecha relación entre los aspectos naturales, sociales, identitarios y religiosos. Por más que el ser humano pretenda volverse exclusivamente racional y pragmático, existe una realidad natural y además muy material que nos conecta a Dios, queramos o no queramos. El calendario, por su función práctica, pone de manifiesto las dificultades que encuentra el hombre racionalista al intentar aislar una única capacidad de la mente humana, como es la razón, para hacer de ella la única gobernante. Es muy significativo el intento de la Revolución Francesa por establecer un calendario fuera de toda referencia religiosa, tratando de señalar únicamente “su” particular conquista de la libertad, olvidando que la humanidad ya había considerado siglos antes, y en múltiples ocasiones, la salida de la esclavitud como un motivo con peso suficiente como para estructurar un calendario. La Pascua judía y después la cristiana son un símbolo de la liberación, de la ruptura de las cadenas de la esclavitud y el camino a la libertad, de hecho la libertad no puede ser más que un camino, un camino que no tiene fin. Debieron pensar que eran muy originales al intentar crear otro calendario, y considerar su propia revolución política extrapolable al resto del mundo, olvidando que para conseguir eso quizás sea necesario hablar de libertad interior y no política, la única extrapolable a todo ser humano en cualquier parte del planeta. 

A menudo consideramos que la salida y la puesta del sol todos los días es un motivo puro de objetividad con el que reforzar lo racional, sin embargo se olvida que esa objetividad que el sol representa se combina a su vez con una relatividad por la cual es posible asegurar que el día y la noche transcurren a la vez, suceden al mismo tiempo, de igual manera que lo hacen el verano y el invierno en el planeta tierra. Esta objetividad aparente que vivimos en nuestros reducidos y necesarios pequeños mundos se vuelve relativa cuando elevamos la perspectiva hacia un mundo un poco más amplio, cuántas cosas más desaparecerían de nuestro mundo si pudiéramos elevarnos aún más. Resulta curioso como esa capacidad de elevación la perdemos cuantos más conocimientos “científicos” nos da el mundo moderno acerca del funcionamiento del universo. Es posible que esos conocimientos sean demasiado externos a nosotros como para que podamos vivirlos. Los intentos de la Revolución Francesa por forzar de manera externa unos conocimientos que deberían ser internos, pues serán los que estructuren las vidas de las personas, revelaron cómo incluso cuando se pretende hacer el camino a la inversa, todo conduce inexorablemente a la tradición, y por tanto a la verdadera objetividad. Por más que quisieran forzar algo nuevo, todo les condujo a lo viejo. Para Marc de Vissac, el calendario de la Revolución tiene de revolucionario solamente el nombre.

Sus intentos por definir nuevas festividades que escaparan de las religiosas acabaron por definir unas fiestas bastantes más moralistas y puritanas que las propiamente religiosas. Fiesta de la Virtud, Fiesta del Talento, Fiesta del Trabajo, Fiesta de la Opinión, Fiesta de las Recompensas, Fiesta de la Revolución. Menos mal que pusieron la palabra fiesta delante, que si no parecería que son en realidad, la fiestas del aburrimiento más grande del mundo. Aunque la necesidad de organizar el tiempo es una necesidad humana, sin embargo ya aparece indicada por Dios en el Génesis, quien no solo crea los días y las noches, también la necesidad de reunión y de comunión comunitaria a partir de las festividades, las asambleas no las inventó la revolución, estaban ya en el Génesis.

La Biblia también recuerda la necesidad de la comunidad social, el aspecto de la identidad del pueblo se crea en torno a las festividades.


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En su concepción compleja tanto solar como lunar, el calendario hebreo se asemeja al chino, sin que se sepa de influencia alguna que haya tenido el uno sobre el otro

En el momento en que Yahvé escoge a su pueblo, le asigna también su calendario, la relación con lo divino instaura también la identidad del pueblo a través del calendario.

Tanto la civilización sumeria como la egipcia o el imperio babilónico fueron en Mesopotamia la cuna de la civilización occidental, su capacidad para detectar patrones en el universo les dio a estos pueblos unos conocimientos que sin duda favorecieron su crecimiento y su evolución, tanto que aún hoy en día hemos heredado su comprensión de dichos patrones, si escogieron el número 7 o el 12 no fue por casualidad. 

La división en 7 de los días de la semana tiene en cuenta muchas más cosas que la practicidad o comodidad del cómputo, tiene en cuenta por ejemplo a nuestros compañeros de galaxia tales como la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno, que los revolucionarios franceses prefirieron olvidar en favor del más racional sistema métrico decimal, el cual podría ser más práctico para contar, pero no para respetar la memoria. Los nombres que configuran nuestros días de la semana son una maravillosa forma de integrar la historia de nuestra tradición, en ellos se ve reflejada la tradición griega, la nórdica, la judía y la cristiana, de todas ellas provenimos y ninguna ha osado destruir a la anterior para implantarse, de lo contrario no habría sobrevivido más de unos años.

Luna: Lunes, monday (moon-day)

Mercurio: Miércoles, wednesday (Odin's day)

Venus: Viernes, friday (Freyja's day)

Sol: Domingo (Dominus), sunday

Marte: Martes, tuesday (Tiw's day)

Júpiter: Jueves, thursday (Thor's day)

Saturno: Sábado (Sabbat), saturday

La música, la matemática, la alquimia, la astronomía o la religión se entrecruzaban constantemente. A cada uno de los 7 astros, en sus 7 esferas celestiales, le correspondía, además de una hora diaria, un día semanal y una nota musical, también uno de los 7 metales conocidos de la época, la Luna era la plata, a Mercurio le correspondía el mercurio, Venus era de cobre, el Sol era el oro, Marte era bronce, Júpiter el estaño, y Saturno, el astro más lento, el plomo. El paso del plomo al oro que da reinicio a la semana ha sido una de las búsquedas simbólicas por excelencia de la alquimia.

La comprensión global del mundo en la Antigüedad permitió crear un sistema matemático musical que refleje y sintetice artísticamente los movimientos de los astros, los días, las semanas y los meses del año y que no solo perdure por siglos, sino que también coincida con el de otras civilizaciones sin necesidad de acuerdo, verdaderamente el racionalismo no ha podido superarlo.

Referencias:

https://diariojudio.com/mundo-judio/conmemoracion-y-festividades-judias/pesaj/las-dos-pascuas-la-judia-y-la-cristiana/467189/

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