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Foto del escritorMarta Cuba

Deslumbrar






En lo alto de un monte, a las afueras, lejos de la ciudad, existe un lugar al que solo llegan los ciegos, los ciegos que consiguen tocar aquello que los demás miran. Para subir no hay escaleras mecánicas, no hay señalización ni ascensores, tampoco hay farolas ni rampas de acceso, no hay alfombras, ni tampoco información. Para llegar hasta allí hace falta un poco de confusión y un poco de miedo. Algunos exigen mejoras en las condiciones de acceso, las que de entrada te dan una imagen a la que agarrarte para no soltarla ya nunca. Todavía está caliente, pero no tardará en morir.


Otros piensan que la belleza del lugar y de las personas reside justamente en sus limitaciones, en lo imperfecto de sus cuerpos y de sus caminos, en lo sinuoso de sus ríos, de sus carreteras, sus entrantes y sus salientes, con vistas a la montaña, al bosque, a los escarpados acantilados, a la oscuridad de sus pantanos, a lo más profundo de sus anhelos y de sus pensamientos. Esa nunca será una línea recta, ni una imagen nítida, las buenas condiciones de visibilidad no le favorecen, porque se esconde en la niebla, en el polvo y en el aire que transporta el sonido de la palabra.







‘La palabra tiene, ciertamente, un sentido simbólico en sí misma, es decir que reúne, más allá del espacio y del tiempo, en una comunicación por el lenguaje hablado, registrado, escrito, a seres humanos que, aun sin experiencia adquirida en común, pueden transmitirse, si se tienen confianza, los frutos con base en el lenguaje adquiridos por ellos en el cruzamiento de su imagen del cuerpo con su esquema corporal. Pero aquel que no tiene, bien sea la imagen del cuerpo, bien sea el esquema corporal correspondiente a la palabra emitida, oye la palabra sin comprenderla, por carecer de la relación corporal (imagen sobre esquema) que permite darle sentido. Un ciego de nacimiento puede, por ejemplo, hablar de los colores, pronunciar las palabras “azúl”, “rojo”, “verde”; palabras que formarán imagen, que cobrarán sentido para un interlocutor vidente (porque en él, las sensaciones escópicas han contribuido a la constitución de la imagen del cuerpo); ello no impide que el ciego de nacimiento ignore el sentido de sus palabras; más exactamente, los significantes de los colores no pueden reunir para él una imagen del cuerpo de vidente a un esquema corporal que es no vidente. Cada uno de nosotros tiene así una relación narcisizada (atravesada por el narcisismo) con los elementos sensoriales que están en resonancia con los términos del vocabulario. Nadie puede saber, aún entre los videntes, cuando alguien habla de azul, de qué azul está hablando. Las palabras, para cobrar sentido, ante todo deben tomar cuerpo, ser al menos metabolizadas en una imagen del cuerpo relacional.’ La imgen inconsciente del cuerpo – Francoise Dolto.
‘Cuando Don Quijote decide salir al mundo a desfacer entuertos y socorrer a viudas y huérfanos, se ve invadido de una mirada que rompe el esquema del mundo establecido, lo separa de Alonso Quijano el Bueno, y lo incorpora a una re-lectura del mundo a partir de la cual ha de construir sus ideales y luchas. Su leal escudero poco a poco se va a ir permeando de esa mirada, por lo cual la percepción del mundo que ambos poseen es lo que ha de cimentar un nuevo espacio de interpretación para ambos.’ Un ciego que no lo es: a propósito de Don Quijote de la Mancha – Óscar Alvarado.





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