El camino que Lacan siguió a partir de la puerta que el psicoanálisis freudiano abrió con la profundización en el conocimiento de lo inconsciente, parece conducirnos hacia la metafísica. La aportación que hizo Lacan a partir de ese camino iniciado por Freud fue llegar justamente a ese lugar en donde hay algo imposible de simbolizar. El orden simbólico es asumido por el ser humano al nacer, pero nunca el significante podrá representar absolutamente todo, algo se escapa, un objeto primario perdido para siempre, lo que Lacan denominó el ‘objeto a’, o el orden de lo Real, aquello que nos hace ser sujetos de falta. No importa cuántos significantes se agreguen a la cadena significante, la cadena estará siempre incompleta, pues carece del significante que lo podría completar. El significante faltante es, entonces, constitutivo del sujeto. La falta sería aquello que no entró en el orden simbólico y que nos conecta con el objeto perdido.
De otra manera también René Guénon señaló la particularidad de que todas las tradiciones aluden a la pérdida de un estado primordial.
Es sabido que en casi todas las tradiciones se alude a algo perdido o desaparecido que, sean cuales sean las formas con las que se lo simboliza, tiene en el fondo siempre el mismo significado; podríamos incluso decir que los mismos significados, ya que, como en todo simbolismo, hay varios, aunque por otra parte estrechamente emparentados entre sí. En realidad, se trata en todos los casos de una alusión al oscurecimiento espiritual que, en virtud de las leyes cíclicas, sobrevino en el transcurso de la historia de la humanidad: es ante todo la pérdida del estado primordial, y también, por una consecuencia inmediata, la pérdida de la tradición correspondiente, pues dicha tradición no era sino el propio conocimiento, implícito esencialmente a la posesión de ese estado.
Puede también afirmarse que las formas tradicionales particulares son sustitutivos más o menos velados de la tradición primordial perdida o más bien oculta, sustituciones adaptadas a las condiciones de las diversas épocas que se sucedieron; y, ya se trate de centros o de tradiciones, la cosa sustitutiva es como un reflejo directo o indirecto, cercano o lejano según los casos, de la que fue perdida.
También Lacan nos habla de un eje sustitutivo en relación a la estructuración del lenguaje. Estudiando el lenguaje se estudia también el universo. El simbolismo de la cruz sobre el que René Guénon profundizó ampliamente parece estar presente también en los estudios de Lacan sobre la estructura del lenguaje.
A partir de la explicación que hace Ferdinand Saussure del signo lingüístico como una unión entre el concepto/significado/sentido y la imagen acústica/significante, Lacan los invertirá, dándole primacía al significante, y colocando por debajo al sentido o significación. En el medio pone una barra que alude a la resistencia de la significación.
S/s
Al contrario de lo que decía Saussure acerca del concepto y la imagen acústica correspondiéndose uno a otro (se llaman mutuamente), Lacan dice que esta llamada no es tan simple, es decir, que para que el significante produzca un efecto de significación debe atravesar una barrera de resistencia. Con esta idea, pretende articular algo de lo que sucede en la experiencia psicoanalítica, en donde se revelan significados nuevos ocultos, que producen cambios en la estructura de como uno está posicionado. Ese plus de significación es el que se añade a través de la barra de resistencia. Y ese plus de sentido produce movimientos subjetivos.
En ese sentido, Lacan va a destacar que la estructura del lenguaje está compuesta de dos órdenes o ejes que la componen. Partiendo de la reducción de los elementos diferenciales del lenguaje a su unidad mínima (que serían los fonemas) dirá que el otro elemento que compone la estructura del lenguaje es la manera de agrupar estos elementos diferenciales, cómo se articulan para producir sentido. A esta primera articulación de los significantes Lacan la denomina el eje diacrónico, es decir el eje horizontal o lineal, pone un ejemplo de que si modificamos el orden en ese eje los sentidos o significados cambian, no sería lo mismo decir Pedro pegó a Pablo que Pablo pegó a Pedro. La articulación hace surgir una significación, es importante el orden, en ninguno de los elementos está la significación, sino que es en la cadena donde el sentido aparece. Si por ejemplo, a esta frase le añadimos “Pedro pega a Pablo a la mesa con pegamento”, el sentido ya es diferente. Lacan va a destacar este fenómeno como el deslizamiento que tiene el significado bajo el significante. Además añade la particularidad de que no podamos fijar un sentido a lo que los significantes están expresando hasta que la frase no termine. Dependiendo de donde pongamos el punto, también la frase cambia. Es lo que él denomina “punto de almohadillado”, que viene a especificar la necesidad de un punto para que el sentido se fije momentáneamente.
Además de este eje horizontal, combinatorio, de la contigüidad o diacrónico, Lacan nos introduce también un eje vertical, el eje sincrónico de selección y sustitución.
A partir de Saussure, que dice que el lenguaje se articula de manera horizontal y con una sola voz, Lacan nos viene a decir que es más bien como un pentagrama, pues de cada significante que uno usa penden implícitamente todas las posibilidades de sustitución que podría tener ese significante y que por tanto, aún cuando no se digan, se pueden escuchar esas resonancias.
Este eje es el que posibilita la metáfora, si yo por ejemplo digo “las perlas de tu boca”, en el eje sincrónico, perlas viene a sustituir a la palabra dientes, y en esa sustitución de una palabra por otra se produce un sentido novedoso. En la combinación de estos dos ejes, se producen los sentidos. El eje combinatorio es el metonímico, y el eje de sustitución es el que tiene que ver con la metáfora. La palabra dientes, sustituida en el caso que hemos puesto anteriormente, sigue igualmente presente porque tiene relación metonímica con la cadena, la cadena es anterior y la sustitución genera el efecto metafórico apoyado sobre dicha cadena.
La metáfora es la responsable de que un sistema de signos finito, el lenguaje, pueda dar cuenta de un conjunto de cosas infinitas, el universo. Para que se produzca el efecto metafórico las palabras tienen que ser lejanas, que no tengan nada que ver, sin embargo en el efecto metonímico las palabras serían cercanas, pertenecen a un eje contiguo, por ejemplo si digo “cuántas cabezas cuento en esta sala” sustituyo cabezas por personas, utilizo una palabra próxima, cercana a la sustituida. Esta imagen gráfica del encuentro entre el eje horizontal y el vertical a partir del cual también se puede escuchar lo que no se dice y que sin embargo resuena, parece remitirnos también a la estructuración del universo que el simbolismo, presente en todas las tradiciones, nos revela.
Esperamos poder desarrollar y profundizar más en esta idea, a partir de estas primeras pinceladas.
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