Las acciones simbólicas de los profetas nos recuerdan particularmente a algunas prácticas también simbólicas realizadas por artistas modernos y denominadas “performances”. En una acción que el artista Francis Alÿs tituló Paradoja de la praxis I, transportó un bloque de hielo por las calles del centro de la Ciudad de México, por más de 9 horas, hasta que el hielo quedó totalmente derretido.
Esta acción invitaba a la reflexión acerca de que a veces hacer algo no conduce a nada. La rutina de este trabajador parece estar compuesta por una acción innecesaria para cualquier lógica. El bloque de hielo parece además hacer alusión a las prácticas hiper-materialistas de la modernidad; al verse afectado por el paso del tiempo su materialidad se desvanece. Podríamos, quizás, compararlo con la acción que llevó a cabo Isaías y que se relata en Is 20: “Lo mismo que mi siervo Isaías ha andado desnudo y descalzo durante tres años como signo y presagio contra Egipto y contra Cus, así conducirá el rey de Asiria a los deportados de Egipto y a los prisioneros de Cus, lo mismo a jóvenes que a ancianos, desnudos y descalzos, mostrando sus vergüenzas.”
La puesta en acto de una realidad metafórica o simbólica parece tener la capacidad de trasladar de una manera mucho más impactante y directa el mensaje.
Por otro lado, resulta bastante difícil encontrar, hoy en día, una actividad que se asemeje mínimamente a la de los profetas de Israel. Si algo debiera caracterizar a la experiencia profética actual, sería su condición de eternidad, en el sentido de ser una palabra/imagen vivificada por el espíritu, capaz de engendrar vida y por tanto obras de arte de cualquier género.
01 En el año de la muerte del rey Uzías vi al Señor sentado en un trono muy alto, y el Templo estaba lleno de su manto. 02 Sobre él estaban los serafines. Cada uno tenía seis alas: dos para cubrirse la cara, dos para cubrirse los pies y dos para volar. 03 Se gritaron unos a otros: “¡Santo! ¡Santo! ¡Santo es el Señor del universo! Toda la tierra está llena de su gloria. 04 Los postes de las puertas temblaron a la voz del que gritaba, y el Templo se llenó de humo. 05 Entonces dije: “¡Ay de mí! Estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, vivo en medio de un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al Rey, al Señor del universo! “06 Uno de los serafines voló hacia mí, sosteniendo un carbón encendido que había tomado con pinzas del altar. 07 Lo acercó a mi boca y dijo: “Esto ha tocado tus labios, y ahora tu iniquidad es quitada, tu pecado es perdonado”. 08 Entonces oí la voz del Señor que decía: “¿A quién voy a enviar? Y yo respondí: “Aquí estoy: envíame”. (Isaías 6,1-8)
La visión de Isaías de los serafines y las 6 alas ha dado lugar a una maravillosa e ingente cantidad de obras, cada cual más bella. Los ángeles serafines son los que solo pueden ser vistos por quienes son elevados a una dimensión superior, es decir, un estado en el que el cielo se abre para ellos.
Siendo la experiencia profética un encuentro entre visión y audición, sin embargo, se ha visto traducida mayoritariamente al género literario. Pero con el paso de los años la capacidad para seguir engendrando obras de arte ha sido infinita, y aunque en nuestra época prima lo visual siempre por encima de cualquier otra cuestión, hubo otra época en la que el arte iba siempre de la mano del texto, y esos textos no trataban sobre cuestiones individuales, sino que aludían a las cuestiones eternas que proporcionan a la humanidad un centro en torno al cual no olvidar lo más elevado de su condición. Un profeta, hoy día, se preguntaría si acaso la tecnología, además de generar comodidades, no estaría provocando que cada vez más seres humanos estén fuera de la vida y se deslicen por la existencia más muertos que vivos, más robots que las propias máquinas. La cultura profética es en esencia lo opuesto a esta tendencia, pues se caracteriza precisamente por su espíritu vivificante, en favor de la vida y de la integridad. La cuestión más urgente ante la mirada crítica de un profeta, sería seguramente hacer frente a la alienación digital producida por la revolución tecnocientífica y el control de la información. La ingeniería y la medicina rivalizan por ejercer un dominio hegemónico sobre el cuerpo humano. Es el cerebro el nuevo objetivo a conquistar. Una de las características centrales del discurso dominante actual es el de la cuantificación, y los datos su principal arma de control, el reino de la cantidad y los datos choca con el hallazgo de Freud de la libido como “energía constante que no puede medirse”. Esa energía, de una u otra forma, termina siempre por emerger, en el cuerpo o en el lenguaje, o en ambos ya que probablemente no sean cosas diferentes. La palabra encarnada sigue siendo, como lo fue para los profetas, el arma más incorruptible y directa hacia la revelación.
«¡Ay, los que bajan a Egipto por ayuda! En la caballería se apoyan, y fían en los carros porque abundan y en los jinetes porque son muchos; mas no confían en el Santo de Israel» (Isaías 31,1).
Podríamos sustituir las palabras ‘caballerías’ y ‘carros’ por los avances tecnológicos que cada día aparecen en el mercado, la esencia sigue siendo la misma y el mensaje todavía hoy más necesario. Las palabras de Isaías resultan tan presentes como lo fueron en su momento, la eternidad de su mensaje está estrechamente ligada a su poder humanizante.
J.L. Sicre hace un intento de actualización de algunos textos proféticos, que nos ayudan a comprender las formas de expresión proféticas y los motivos por los que fueron perseguidos o considerados ingenuos. Por ejemplo este texto del profeta Amós:
Entrad en Betel y pecad, multiplicad en Gilgal las transgresiones; traed vuestros sacrificios cada mañana, vuestros diezmos cada tres días. Ofreced también pan leudado en ofrenda de gratitud, y proclamad ofrendas voluntarias, dadlas a conocer, puesto que así os place, hijos de Israel –declara el Señor DIOS. (Am 4,4-5)
En una versión actualizada podría resonar de la siguiente manera:
Marchad a Santiago a pecar, en el Pilar pecad de firme. Acudid a misa todos los días, ofreced vuestras velas y ofrendas. Encended el botafumeiro, ardan los incensarios, anunciad novenas, que eso es lo que os gusta, católicos, oráculo del Señor. J.L. Sicre, Profetismo, 150
O este otro:
Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samaria, las que oprimís a los pobres, quebrantáis a los menesterosos, y decís a vuestros maridos: Traed ahora, para que bebamos. El Señor DIOS ha jurado por su santidad: He aquí, vienen sobre vosotras días en que os llevarán con garfios, y a vuestro remanente con anzuelos. Saldréis por las brechas, una tras otra, y seréis expulsadas al Harmón –declara el SEÑOR. (Am 4,1-3)
Traducido por J.L. Sicre, así:
Escuchad esta palabra, señoronas de El Escorial, las que veraneáis en Mallorca y en Marbella. Oprimís a los pobres, explotáis a los obreros, y sólo os interesa la buena vida. Llegará un día en que os rodearán con fusiles, a vuestros hijos con bayonetas, y os subirán en camiones de animales camino del destierro –oráculo del Señor. J.L. Sicre, Profetismo, 151
¿Corren los caballos por la peña? ¿Se ara en ella con bueyes? Pues vosotros habéis convertido el derecho en veneno, y el fruto de la justicia en amargura (Am 6,12)
O en nuestro lenguaje:
¿Se mete un Rolls Royce por el campo? ¿Se usa un Mercedes para arar? Pues vosotros estáis oxidando el derecho y echando a perder la justicia
J.L. Sicre, Profetismo, 152
Las palabras del profeta son claras, incisivas, bellas, poéticas, verdaderas, sugerentes y directas. También hoy deberían ser igual de implacables, con los ricos como con los pobres, con la izquierda como con la derecha, con la cultura democrática e igualitarista, como con la cultura tecnológico-cientificista, no habría para ellos nada intocable, porque el poder de su palabra es precisamente que es encarnada, que toma cuerpo y se introduce de lleno en todo aquello que el ser humano prefiere ignorar.
Toda revelación de Dios, fueren cuales fueren sus características superficiales, siempre han supuesto un compromiso radical de Dios con las limitaciones humanas. Esta misma disposición a tomar los límites del hombre se reflejará en la encarnación de Jesús.
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