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  • Foto del escritorMarta Cuba

La caída, desde una visión psicoanalítica

Lacan lamentaba no ser mejor poeta para poder ser mejor analista. El psicoanálisis de Freud corroboró lo que el Evangelio ya había dicho acerca de que el ser humano es verbo encarnado. Al comprobar que el síntoma se disolvía mediante una interpretación metafórica, es decir, mediante una lectura a la letra de algo que está escrito en otro lado, permitió comprobar que el inconsciente es poético y la metáfora el lenguaje más elevado con el cual elevarse hacia otra realidad que está más allá. El objeto de la interpretación es revelar la verdad como puro material asemántico, sólo la letra es la verdad, el resto son frases que varían, y que pueden tener cualquier sentido, cualquier saber imaginario.

Freud descubrió que el vaciamiento de sentido del significante en juego producía un efecto curativo. Se dio cuenta de que toda la psicología anterior se basaba en la palabra de autoridad, en la sugestión, pues se trataba de agregar sentido mediante la explicación o las órdenes. Pero Lacan separó el sentido del sonido, pues es la palabra correcta pronunciada la que tiene el poder de vaciar de sentido el significante en juego. No se trataba de ampliar conocimientos sino de vaciar el saber que uno le atribuye a determinados significantes.

Lacan separó el campo del saber del campo de la verdad, y además los excluyó. De la misma manera que también el árbol del Conocimiento y el árbol de la Vida están separados en el jardín de Edén. En efecto, el más peligroso es el campo del saber. La función poética del lenguaje se cruza con la función semántica, es decir con la del sentido. Que la palabra esté hecha para comunicar sentidos es una de sus funciones, pero la otra es que esté hecha para comunicar sonidos. La función poética del lenguaje va mucho más allá de la poesía propiamente dicha. Un síntoma, un sueño, un acto fallido, ya responden a la lógica de la función poética del lenguaje, y no de la comunicativa. Donde aparece la función poética se vacía el saber que uno atribuía al significante. Por tanto la poesía es lo opuesto a la ideología y la que mejor se acerca al lenguaje en el que está escrito el universo, la poesía es metafísica.


Paisaje con la caída de Ícaro, de Pieter Brueghel el Viejo

En la mitología de la Antigua Grecia, Ícaro consiguió volar con alas hechas de plumas pegadas con cera, pero en su vuelo se acercó tanto al sol que se fundió la cera, cayó al mar y se ahogó. Sus piernas se pueden ver en el agua, junto al barco más grande de la pintura. Sorprende que el tema principal del cuadro esté precisamente en muy segundo plano, casi imperceptible, así funciona también a menudo a nivel inconsciente.


El saber puede tener la función en el psiquismo de intentar eliminar el deseo, en el sentido de que si uno actúa desde el saber, en realidad no está decidiendo, sino que está siguiendo lo que es lógico o razonable hacer, como siguiendo un manual. Pero lo que agujerea el saber es que hay ciertos puntos que no se pueden explicar. Uno puede desear ciertas cosas, aún sin ser necesariamente las mejores. Acercarse a la función poética es acercarse al deseo, el cual siempre implica una cierta culpa por no ajustarse al campo del saber, un cierto vaciamiento del saber para tolerar la falta que implica desear.


Pero el problema viene dado por la dificultad de descubrir el propio deseo, pues a menudo el deseo genuino se mezcla con la demanda superyoica (los deberes morales y sociales). En esa mezcla, la demanda superyoica se vive y se siente como una obligación, un deber o una exigencia que nos presiona para hacer o ser algo específico. En el momento en que esa demanda pesa más que el deseo, el niño interior se revela y prefiere fallar antes que acertar, para revelarse contra el superyó, pues el niño interior no nació debiendo nada, vino al mundo libre, sin deuda, sin deberes ni obligaciones y todo eso es impuesto necesariamente por la sociedad. A menudo se le suele dar demasiada importancia a las circunstancias tales como haber nacido en un lugar y no en otro, tener una condición social y no otra, unos padres y no otros, pero convertir eso en una identidad suele estar al servicio de ahorrarse a uno mismo la responsabilidad sobre su función y la de sus actos en la vida. El deseo siempre implica asumir cierta culpa, implica estar en falta, por tanto querer algo implica castrarse. La culpa que aparece precisamente al tomar del fruto del conocimiento viene dada para no acomodarse en el narcisismo y poder así asumir un deseo que agujerea el campo del saber y que nos conduce a un conocimiento que va más allá de la lógica racional, ésa que René Guénon denominó intuición intelectual.


Las ideas expresadas en esta entrada están recogidas de las tan sabiamente expresadas por Norberto Rabinovich y Matías Tavil en este vídeo:


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Ramos

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